Tumores del SNC​

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Son los segundos tipos de cáncer más frecuentes, después de la leucemia, lo que equivale al 17% de los niños con diagnóstico de cáncer.  Dentro de los tumores sólidos, son los más habituales.

Se pueden formar de distintos tipos de células y tejidos. El más frecuente es un tumor llamado gliomas o astrocitomas. Los gliomas pueden ser benignos o malignos y se producen en diferentes áreas del cerebro y de la médula espinal.

El tumor cerebral maligno más común en los niños es el meduloblastoma, el cual  se forma en el cerebelo.

 

Qué son los tumores del sistema nervioso central

Los Tumores al Sistema Nervioso Central (SNC) son masas de células que crecen en el cerebro o médula espinal.

El Sistema Nervioso Central está compuesto por el encéfalo y la médula espinal, ambos protegidos por el líquido cefalorraquídeo (que los recubre y amortigua) y por estructuras óseas (el cráneo y la columna vertebral).

Las masas de células pueden crecer en zonas del encéfalo o la médula espinal. Los tumores que se originan en alguna parte del SNC se les llama Tumores Primarios y a los tumores que aparecen como resultado de la metástasis en otro sector del cuerpo se les, llaman Tumores Secundarios.

Los tumores del SNC pueden ser benignos o malignos, ambos son una urgencia y requieren especial atención. Según la ubicación de los tumores pueden ser de gran riesgo.

Tipos de tumores del SNC

Existe una gran cantidad de tipos de tumores que se originan en el SNC. En general se distinguen y nombran considerando el tipo de célula o tejido donde se originó, el lugar donde se encuentra ubicado y la rapidez de crecimiento.

Alto-Bajo grado: Los tumores malignos que crecen con mayor rapidez, tienen más probabilidad de diseminarse, y de reaparecer una vez tratados, se les llama agresivos o de alto grado. Los benignos en general son llamados de bajo grado.

Localización: Según la ubicación, se puede decir que un tumor está localizado si está en una zona delimitada y en general es de más fácil acceso para extirparlo. Un tumor invasivo es aquel que se ha extendido a las zonas aledañas y es más difícil o imposible extirparlo por completo.

A continuación, los tumores del SNC más comunes en niños.

Son los más comunes y representan el 55% de los tumores cerebrales en niños.

Son tumores que se originan de la neuroglia, un tipo de célula con forma de estrella que son el sostén del encéfalo. Son los más comunes y representan el 55% de los tumores cerebrales en niños, pueden afectar el cerebelo, cerebro,  el tronco encefálico, hipotálamo, nervio óptico y médula espinal.

La mayoría son de bajo grado, eso quiere decir que tienen menos capacidad de invadir otros órganos y mejor pronóstico, en especial si se logra hacer la resección completa del tumor. Los de alto grado son menos comunes en la población infantil y su evolución es más desfavorable

Los síntomas  varían según la ubicación. Algunos tumores no provocan síntomas hasta que crecen demasiado, pueden ser graduales y difíciles de detectar, en especial, en astrocitomas de grado bajo. Otras veces, los síntomas pueden ser graves y desarrollarse rápidamente, en especial, en el caso de astrocitomas de grado alto. Los signos son variados e inespecíficos por las diversas ubicaciones que pueden tener.

Son generalmente de bajo grado. Crecen en las estructura del sistema visual y, por compresión, puede afectar al hipotálamo, encargado de regular las hormonas del cuerpo. Los tumores de la vía óptica representan hasta el 5 % de todos los tumores pediátricos del Sistema Nervioso Central (SNC). Se presentan con mayor frecuencia en los niños portadores de neurofibromatosis I y en niños menores de 10 años.

Los síntomas dependen de diversos factores, los signos más habituales son: problemas de la vista y de los ojos, disminución de la visión de ciertos colores, posición del ojo hacia adelante (proptosis), ojo desviado (estrabismo), disminución del área de visión, movimiento inusual de los ojos. Alteraciones hormonales que generan cambios en el apetito, peso, sueño, crecimiento u otros problemas.

→ Diagnóstico

Incluye historia y examen físico completo, examen neurológico y es de gran relevancia el examen a la vista. Aquí se evaluarán los diferentes aspectos de la función visual, entre ellos, la apariencia de las estructuras del ojo, la agudeza visual, el campo visual y la percepción del color. Es fundamental un diagnóstico temprano para ayudar a preservar la vista y la salud del ojo.

→ Tratamiento

Dependerá de las características y del daño que pueda causar a otras estructuras. El preservar la función visual es una parte importante a considerar, por lo que se evalúa detenidamente los riesgos y beneficios. En ocasiones, los tumores pequeños y benignos se mantienen en observación y seguimiento. Los esquemas de tratamiento incluyen: cirugía, radioterapia, quimioterapia y terapia dirigida. El equipo tratante evalúa cuál realizar según edad, deterioro de la vista, aumento del tamaño del tumor, compresión a otros órganos y diseminación de la enfermedad.

→ Evolución y pronóstico

La tasa de supervivencia a largo plazo de los tumores pediátricos de la vía óptica es alta, mayor a 90 %.

Pese a la alta sobrevida de la enfermedad, el tratamiento es muy complejo y es común que los niños queden con alguna secuela de la visión o problemas hormonales. Es fundamental el seguimiento activo del niño y el apoyo de un equipo multidisciplinario, para que se incorpore nuevamente a las rutinas de la vida diaria.

Son tumores de las células que forman la estructura y el sostén del encéfalo, que se ubican en el tronco encefálico, específicamente en una zona llamada protuberancia anular. La protuberancia anular es responsable de las funciones vitales, entre ellas el equilibrio, la respiración, el control de la vejiga, el ritmo cardíaco y la presión arterial. Los nervios que controlan la visión, audición, el habla y la deglución, también pasan por esa zona.

Es un cáncer agresivo de gran riesgo, se presenta con mayor frecuencia en niños de entre 5 y 10 años, aunque también puede presentarse en niños más pequeños y en adolescentes. Representan entre el 10 % y el 20 % de los tumores cerebrales pediátricos.

Los síntomas se desarrollan rápidamente, ya que crecen de forma acelerada. Por la ubicación y funciones de la zona destacan: Pérdida de equilibrio o problemas para caminar, problemas de la vista como visión borrosa o doble, párpados caídos, movimiento incontrolado de los ojos, estrabismo, debilidad o caída facial, problemas al tragar o babeo, debilidad en las piernas y los brazos, movimientos irregulares, reflejos anormales.

→ Diagnóstico

Las imágenes tienen un rol fundamental, ya que, por la delicada ubicación, en general no se puede realizar una biopsia para confirmar el tipo de tumor. El diagnóstico se realiza con RNM, donde se observa un tumor en la protuberancia anular, muy difuso, sin límites claros y que infiltra a los tejidos vecinos.

→ Tratamiento

Es muy delicado, en general se considera paliativo de los síntomas, esto quiere decir que se le trata con radioterapia que ayuda a que el tumor disminuye su tamaño y las molestias del niño, pero que no tiene la capacidad de curarlo. La cirugía no se puede realizar por el riesgo de la zona. En el mundo se están realizando varios estudios y ensayos clínicos para evaluar otras estrategias terapéuticas y así dar respuesta a este tipo de cáncer.

→ Evolución y pronóstico

En general, los tratamiento paliativos ayudan a mejorar la calidad de vida del niño, pero las tasas de sobrevida son del 10% a los dos años del diagnóstico.

Este tipo de tumor es progresivo y los síntomas empeoran con el tiempo. El enfoque es mantener la calidad de vida del niño, por lo que se le apoya desde el inicio con diversos medicamentos para evitar el dolor, náuseas y convulsiones. Para la familia es una etapa muy difícil, es fundamental buscar apoyo profesional y familiar, que los ayuden a aceptar y guiar en el proceso.

Debido al mal pronóstico, el debate sobre los objetivos de la terapia y la calidad de la atención en la etapa final de la vida es sumamente importante. Como padres, es importante comprender la etapa en la que está su hijo y cómo contribuir a su bienestar. El equipo de cuidados paliativos de su centro puede ser un gran aliado en el cuidado del niño y en ayudar a la familia a controlar los síntomas y tomar decisiones sobre la atención.

Es un cáncer cerebral muy poco frecuente y de rápido crecimiento. Este tipo de tumor difumina y distribuye hacia el tejido cerebral. Es un tipo de glioma, pero con patrón de crecimiento distinto y una diseminación que afecta, al menos, a 3 lóbulos del cerebro. Puede ocurrir a cualquier edad, pero en la niñez se presenta con más frecuencia en niños mayores y adolescentes, entre los 10 y 20 años. La edad promedio de diagnóstico es de 12 años.

Los síntomas dependen de la edad del niño y la ubicación del tumor, por su naturaleza difusa es difícil establecer un patrón. Podemos observar: crisis convulsivas, dolor de cabeza, cambios en la personalidad o el comportamiento, cambios en la memoria o en habilidades cognoscitivas, problemas en la visión, pérdida de equilibrio o problemas para caminar, fatiga, cambios en los niveles de actividad, debilidad, entumecimiento, hormigueo o cambios en la sensibilidad de un lado del cuerpo.

→ Diagnóstico

se realiza con historia y examen físico completo, el apoyo de la RNM permite determinar características y ubicación del tumor y se confirma con una biopsia del tejido, además se realiza una punción lumbar por el riesgo de invasión al LCR.

→ Tratamiento

Incluye radioterapia y quimioterapia. Debido a que este cáncer es generalizado y se infiltra en el tejido cerebral, no es posible extirparlo mediante cirugía. No existe un plan de tratamiento estándar. El equipo médico definirá el tratamiento, según: extensión de la enfermedad, ubicación del tumor, edad del niño y objetivos de atención. Se les puede ofrecer a los pacientes tratamiento en un ensayo clínico.

→ Evolución y pronóstico

Actualmente, la Gliomatosis Cerebri no tiene causa conocida. Sin embargo, los investigadores están aprendiendo cada vez más sobre los cambios en el gen asociado con estos tumores y existen ensayos clínicos que buscan nuevas forma de tratamiento.

El tiempo promedio de supervivencia luego del diagnóstico de la Gliomatosis Cerebri es de 17 meses en pacientes pediátricos. La radioterapia puede lograr la disminución parcial de la masa y mejora la calidad de vida, pero no logra curar la enfermedad.

Este tipo de tumor es de crecimiento rápido y progresivo, por lo que es importante que se converse con el equipo médico qué esperar y cómo ayudar en este proceso para mantener la calidad de vida de su hijo y el alivio de los síntomas.

Como padres, es importante que comprendan la etapa en la que está su hijo y cómo contribuir a su bienestar. El equipo de cuidados paliativos de su centro puede ser un gran aliado en el cuidado del niño y en ayudar a la familia a controlar las síntomas y tomar decisiones.

Son tumores benignos que están compuestos por una masa sólida y un quiste lleno de líquido que se forman en la base del cerebro, cerca de la glándula pituitaria. Crecen lentamente y, en raras ocasiones, se diseminan a otras partes del cerebro. Por su ubicación hay que tener un especial cuidado, ya que puede ser muy dañino si afecta a la función de la hipófisis, al hipotálamo o al nervio óptico. Son poco comunes y se diagnostican con frecuencia en niños entre 5 y 14 años y, en menos ocasiones, en menores de 2 años. Representan alrededor del 6 % de los tumores cerebrales infantiles.

Los síntomas varían de acuerdo con el tamaño y ubicación del tumor. A medida que el tumor crece, puede bloquear el flujo normal de LCR lo que provoca hidrocefalia. Muchos de los síntomas se deben al aumento de la presión que se ejerce contra el tejido cerebral. Los más habituales son: cambios hormonales y en la función endocrina, lo que puede generar problemas como retraso en el crecimiento y en la pubertad, cambios en la visión, dolor de cabeza, el que generalmente empeora en las mañanas, confusión, náuseas y vómitos, cambios en los niveles de energía, fatiga, problemas en el pensamiento y aprendizaje, aumento de la sed o micción.

→ Diagnóstico

Incluye examen e historia clínica completa, imágenes y biopsia. Además, ante la sospecha, se realizan análisis de sangre y orina para estudiar la presencia de hormonas anormales. La biopsia es la prueba confirmatoria del tipo de tumor, la que también se puede realizar al líquido dentro del quiste.

→ Tratamientos

Incluyen cirugía y radioterapia. La quimioterapia no es efectiva. El tratamiento de elección es la cirugía. Sin embargo, la extirpación completa de estos tumores es muy riesgosa por los posibles efectos en las funciones cerebrales y endocrinas. Lo que habitualmente se hace es planificar una cirugía limitada, donde no se extirpa por completo el tumor. El objetivo se concentra en confirmar el diagnóstico, drenar el líquido del quiste en el tumor y aliviar la presión de los tejidos. Generalmente la cirugía es seguida por radioterapia o terapia de protones.

En la mayoría de los casos, el enfoque del tratamiento es más una elección de calidad de vida que de supervivencia. El equipo médico estará incluido por oncólogos radiólogos, neurocirujanos, endocrinólogos, neurólogos y oftalmólogos.

→ Evolución y pronóstico

Las tasas de supervivencia son entre el 80 y el 90 % a los 10 años del diagnóstico. Sin embargo, la calidad de vida a largo plazo es una consideración importante al planear los tratamientos. La mayoría de los sobrevivientes viven con complicaciones. Es importante tener claridad respecto a los riesgos y beneficios del tratamiento y que la toma de decisiones sea conversada con el equipo médico.

Los niños necesitan un seguimiento estricto y la atención continua de un equipo multidisciplinario para monitorear la progresión de la enfermedad, evaluar los niveles y funciones hormonales y abordar los problemas de salud relacionados con la enfermedad o los tratamientos. Es fundamental que se incorporen terapias de rehabilitación, psicología, vida infantil, trabajo social para recibir apoyo y ayudar a sobreponerse y adaptarse a los problemas, incluyendo el aislamiento social y la depresión.

Son tumores cancerosos que se forman a partir de una parte del sistema nervioso central llamada epéndimo. Surgen de las células que se desarrollan en los ependimocitos que recubren los ventrículos del cerebro llenos de líquido y el canal central de la médula espinal. A veces estos tumores pueden diseminarse a través del líquido cefalorraquídeo. Es un tipo de tumor del cerebro y la médula espinal

Muchos se forman en el cuarto ventrículo en la región de la fosa posterior. Es más probable que los tumores en esta ubicación afecten al tronco encefálico y al cerebelo. Estos tumores son más comunes en niños, en particular, bebés y niños pequeños. Es el tercer tipo de tumor cerebral más común en niños.

En los niños, entre el 70  y 80 % de los ependimomas ocurren en la fosa posterior, pero pueden desarrollarse en diferentes regiones del sistema nervioso central (SNC), tales como: cerebro, cerebelo, tronco encefálico y médula espinal.

Se desconoce la causa del ependimoma. Sin embargo, hay ciertos factores genéticos que pueden aumentar el riesgo, como la neurofibromatosis.

Los síntomas varían dependiendo de la ubicación. Estos son: náuseas y vómitos, dolor de cabeza, o de cuello, problemas de la vista, pérdida de equilibrio o problemas para caminar, debilidad en las pierna, crisis convulsiva, irritabilidad o confusión, problemas para orinar o cambios en la función intestinal.

→ Diagnóstico

Incluye la historia clínica y un examen físico completo y examen neurológico. La RNM es la imagen de elección para evaluar el tamaño y ubicación del tumor. La confirmación se realiza con una biopsia para identificar el tipo y grado del tumor. En los ependimomas es posible la diseminación hacia el LCR, por lo que es habitual realizar una punción lumbar para complementar el diagnóstico.

→ Tratamiento

Primero se hace cirugía para extirpar tanto tumor como sea posible. La radioterapia se usa con frecuencia junto con la cirugía para destruir las células cancerosas restantes. Es posible también el uso de quimioterapia, antes o después de la cirugía.

→ Evolución y pronóstico

La tasa de supervivencia es del 50  al 70 %, según la ubicación del tumor, el alcance de la resección y el subgrupo molecular. Sin embargo, las recurrencias tardías son comunes. Aproximadamente, el 50 % de los niños tiene una recaída de la enfermedad dentro de los 10 años después del diagnóstico. Generalmente, esta recaída no tiene buen pronóstico. En estos casos se consideran estudios clínicos con nuevas terapias, ya que no hay un tratamiento exitoso para el ependimoma recurrente.

Es fundamental mantener el seguimiento estricto del niño con pruebas periódicas establecidas por el tratante. La atención de seguimiento debe incluir: rehabilitación adecuada, consultas neurológicas y de endocrinología para monitorear los efectos adversos del tratamiento. También es importante la evaluación de la función neurocognitiva, la visión y la audición. Incorporar cuidados paliativos y servicios de apoyo como psicología y trabajo social puede ayudar a los pacientes y a las familias a controlar los síntomas, promover la calidad de vida y tomar decisiones sobre la atención.

Es el tumor cerebral maligno más común en pediatría, representa el 20 % de los tumores del Sistema Nervioso Central (SNC) en niños. Son más comunes en menores de 16 años y se diagnostican con más frecuencia entre los 5 y 9 años.

El meduloblastoma comienza en el cerebelo, un área en la parte trasera inferior del cerebro, en una región conocida como fosa posterior. Las funciones del cerebelo incluyen el control del movimiento, el equilibrio, la postura y la coordinación. Son de crecimiento rápido y, generalmente, estos tumores se diseminan a otras partes del cerebro y la médula espinal.

Pueden dividirse en cuatro subgrupos en función de las características moleculares de las células tumorales. Se origina de restos de células embrionarias del cerebro. Los médicos usan los subgrupos para clasificar a los pacientes en categorías de riesgo, lo que ayuda a los médicos a planificar tratamientos adecuados y conocer el pronóstico.

Los síntomas son variados, dependiendo de la ubicación se encuentran: dolor de cabeza, náuseas y vómitos (los que generalmente empeoran por la mañana), fatiga o cambios en los niveles de actividad, mareos, falta de equilibrio, torpeza, problemas para escribir, cambios en la vista.

Si el tumor se ha diseminado a la médula espinal, los síntomas pueden incluir: dolor de espalda, problemas para caminar, problemas para orinar o cambios en la función intestinal.

A medida de que el tumor crece bloquea el flujo normal del líquido cefalorraquídeo, provocando aumento de la PIC e  hidrocefalia.  Muchos de los síntomas del meduloblastoma se deben a la mayor presión que se ejerce contra el tejido cerebral.

→ Diagnóstico

Incluye examen e historia completa, toma de imágenes como RMN, biopsia para confirmar diagnóstico y punción lumbar para buscar invasión al LCR.

→ Tratamiento

Se realiza cirugía para extirpar tanto tumor como sea posible, radiación en el cerebro y la columna vertebral (excepto en bebés y niños pequeños).

→ Evolución y pronóstico

Los sobrevivientes del meduloblastoma tienen un mayor riesgo de sufrir efectos tardíos relacionados con el tratamiento. Algunos son: función endocrina, problemas cognitivos, de audición, fertilidad, función pulmonar y cardíaca y un mayor riesgo de padecer cáncer por segunda vez.

Los niños generalmente tienen dificultades en la escuela, el trabajo y las relaciones personales. Es importante realizar controles físicos y exámenes de seguimiento  para estar atento a problemas de salud que puedan desarrollarse años después de la terapia. Los servicios de apoyo como recursos de salud mental y académicos también pueden promover la calidad de vida de los sobrevivientes.

Es un tumor embrionario de crecimiento rápido del cerebro y la médula espinal. Es muy poco frecuente, representa entre el 1  y 2 % de los tumores del sistema nervioso central (SNC) en niños. Se presenta con mayor frecuencia en niños pequeños, menores de 3 años de edad. Aproximadamente el 50 % de los tumores embrionarios en bebés menores de 1 año son tumores rabdoide.

Se puede desarrollar en  el cerebelo y el tronco encefálico. Es un cáncer agresivo y de crecimiento rápido y se presenta con alta frecuencia también en los riñones del niño, donde se llama tumor rabdoide del riñón.  La presencia de este tipo de tumor se relaciona con una alteración genética. El gen SMARCB1 habitualmente detiene el crecimiento descontrolado de este tipo de células. Sin embargo, cuando está defectuoso, se produce el crecimiento tumoral.

Los síntomas varían de acuerdo con la edad del niño y la ubicación del tumor. Estos tumores crecen rápidamente y los síntomas pueden empeorar en un periodo corto. Los síntomas incluyen:  dolor de cabeza,  náuseas y vómitos, cambios en los niveles de actividad, letargo, fatiga o somnolencia, pérdida del equilibrio, falta de coordinación o problemas para caminar, movimientos asimétricos de los ojos o la cara, cambio en el comportamiento, irritabilidad, aumento del tamaño de la cabeza en bebés, mayor abombamiento de la fontanela («parte blanda» en la parte superior del cráneo).

→ Diagnóstico 

Se realiza con los antecedentes y examen físico completo que incluye examen neurológico. Las imágenes, en especial la RNM, dan una gran orientación sobre el tipo de tumor, que se confirma con una biopsia y pueden utilizar marcadores tumorales. Es posible que se realice una punción lumbar para ver si hay células cancerosas en el líquido cefalorraquídeo.

Se recomiendan pruebas genéticas para detectar los genes alterados.

→ Tratamiento

Depende de diversos factores. Al ser un cáncer muy agresivo, la mayoría de los pacientes reciben múltiples tipos de tratamientos. Estos incluyen: cirugía, quimioterapia y radiación. La cirugía es el paso de elección. Sin embargo, no siempre es posible extirpar todo el tumor.  Generalmente, el tratamiento para esta enfermedad se realiza por medio de un ensayo clínico.

→ Evolución y pronóstico

Al momento del diagnóstico, en aproximadamente entre el 15  y 30 % de los pacientes, la enfermedad se ha diseminado hasta las meninges o el líquido cefalorraquídeo (LCR).  La tasa de supervivencia es del 50 %, aproximadamente. Sin embargo, esto varía según la edad al momento del diagnóstico y a la presencia de metástasis. Los niños menores de 3 años con enfermedad metastásica tienen el peor pronóstico, con menos del 10 % de probabilidad de cura a largo plazo. Los niños mayores sin metástasis y donde se ha podido extirpar gran parte del tumor, tienen mayor sobrevida.

En aquellos niños a los que se encontró alteración genética, requieren seguimiento mucho más frecuente con ecografías seriadas del riñón.

Debido al mal pronóstico, el debate sobre los objetivos de la terapia y la calidad de la atención en la etapa final de la vida es sumamente importante. Como padres es importante que se comprenda la etapa en la que está el hijo y cómo contribuir a su bienestar. El equipo de cuidados paliativos de su centro puede ser un gran aliado en el cuidado del niño y en ayudar a la familia a controlar los síntomas y a tomar decisiones sobre la atención, promoviendo el bienestar físico y emocional del niño.

Son tumores que se inician en los ventrículos del cerebro, cavidades que están llenas de líquido cefalorraquídeo. Representan el 3% de los tumores cerebrales en niños, pero representan del 10  al 20 % de los tumores cerebrales en bebés menores de 1 año.

Los tumores de plexo coroideo pueden ser benignos o malignos. El papiloma de plexo coroideo es el tipo más común, no es canceroso y se desarrolla lentamente, representa el 80% de los tumores del plexo coroideo.

El carcinoma de plexo coroideo es una forma cancerosa del tumor, se desarrolla más rápidamente y es más probable que se disemine a través del líquido cefalorraquídeo a otros tejidos del SNC. Representa entre el 10 y 20 % de los tumores de plexo coroideo.

Los síntomas varían según la edad del niño y la ubicación del tumor.  Es habitual que el tumor bloquee el flujo normal del LCR, por lo que aumenta PIC y se produce hidrocefalia. Entre los síntomas se observan: dolor de cabeza, náuseas y vómitos, cambios en los niveles de actividad, letargo, dificultad para caminar, problemas para alimentarse, cambio en el comportamiento o irritabilidad, aumento del tamaño de la cabeza en bebés.

→ Diagnóstico

Incluye historia clínica y examen físico completo, el que se complementa con imágenes para ver tamaño y ubicación del tumor y una biopsia para confirmar el tipo de tumor.  Es posible que se realice una punción lumbar para ver si hay células cancerosas en el líquido cefalorraquídeo.

→ Tratamiento

Depende del tipo de tumor. Los papilomas del plexo que son no cancerosos, en general responde bien a la cirugía y, si se logra extirpar todo, puede no necesitar más medidas. Los carcinomas del plexo, son infiltrantes y agresivos, por lo que requieren generalmente cirugía, quimioterapia y radioterapia para su manejo. En algunos casos se coloca una derivación en el cerebro para evitar que se acumule líquido en el cerebro y ayudar al niño en el manejo de sus síntomas.

→ Evolución y pronóstico

La probabilidad de cura es muy alta si se puede extirpar el tumor por completo con la cirugía. Las tasas de supervivencia del papiloma de plexo coroideo son casi del 100 % con una cirugía exitosa. El carcinoma de plexo coroideo es más agresivo, pero la probabilidad de cura es aproximadamente entre el 50 y 70 %.

Los niños que son sobrevivientes a largo plazo necesitan ser monitoreados de cerca durante un periodo prolongado para detectar efectos tardíos del tratamiento. Los niños necesitan un seguimiento estricto y la atención continua de un equipo multidisciplinario para monitorear la progresión de la enfermedad, evaluar los niveles y funciones hormonales,  abordar los problemas de salud relacionados con la enfermedad o los tratamientos. Es fundamental que se incorporen terapias de rehabilitación y de reinserción en psicología, vida infantil, trabajo social y otras disciplinas para proporcionar apoyo y adaptarse a los problemas, incluyendo el aislamiento social y la depresión.

Los tumores de SNC de células germinales son un grupo heterogéneo de lesiones que se presentan en todas las edades. Se diagnostican con frecuencia en niños y adultos jóvenes. Representan entre el 3 y el 5 % de los tumores cerebrales infantiles.

Se desarrollan frecuentemente en una o dos regiones del cerebro: pineal o supraselar. La región pineal del cerebro contiene la glándula pineal. La región supraselar está ubicada cerca de la hipófisis. Debido a esta ubicación, los tumores de células germinales supraselares generalmente afectan a la función hormonal. Si el tumor está cerca del nervio óptico, la visión también puede verse afectada. Los tumores de células germinales intracraneales generalmente no se diseminan fuera del SNC.

Los síntomas dependen del tamaño y ubicación del tumor. El tumor puede causar acumulación de líquido (hidrocefalia), lo que causa un aumento de la presión en el cerebro. Los tumores cerca de la hipófisis pueden afectar la producción de hormonas, generando retraso en el crecimiento, pubertad precoz o tardía, aumento de la sed y micción (diabetes insípida).  Si el tumor está cerca del nervio óptico, la visión puede verse afectada.

Generalmente, los tumores de células germinales intracraneales del SNC se clasifican como germinomas o tumores de células germinales no germinomatosas.

Dependiendo del tipo de tumor germinal es el tratamiento y evolución. Los germinomas son el tipo más común de tumor de células germinales

→ Diagnóstico

Incluye historia clínica y examen físico completo, el que se complementa con imágenes para ver tamaño y ubicación del tumor. Es posible que se realice una punción lumbar para ver si hay células cancerosas en el líquido cefalorraquídeo. En este tipo de tumores es habitual hacer exámenes de sangre para buscar niveles anormales de las hormonas hipofisiarias y  marcadores tumorales. Por lo general, la confirmación  se realiza  con una biopsia para identificar el tipo de tumor germinal.

→ Tratamiento

Depende de diversos factores como: el tamaño y la ubicación del tumor, la edad del niño y el tipo de tumor. Los tratamientos principales son la quimioterapia y radioterapia. Generalmente no se usa la cirugía para tratar el germinoma debido a la ubicación del tumor y su tendencia a responder a otros tratamientos. Sin embargo, debido a que los no germinomas son más difíciles de tratar, se puede usar cirugía para extirpar la mayor cantidad de tumor posible, además de la quimioterapia y la radioterapia. En algunos casos, se coloca una derivación en el cerebro para evitar que se acumule líquido en el cerebro y ayudar al niño en el manejo de sus síntomas.

→ Evolución y pronóstico

Generalmente, los germinomas en los niños responden bien al tratamiento y la tasa de supervivencia es de aproximadamente del 90 %. Sin embargo, existen diferencias en los distintos tipos de tumores germinales en cuanto a evolución y pronóstico. Es importante conversar con el médico tratante sobre las características particulares del tipo de tumor.

Es fundamental mantener el seguimiento de los niños y adolescentes a largo plazo. Se usan pruebas por imágenes periódicas con un cronograma basado en el tipo de tumor y la respuesta al tratamiento. La atención de seguimiento debe incluir rehabilitación adecuada y consulta neurológica.

Los pacientes con tumores de células germinales corren el riesgo de sufrir problemas en la función endocrina a largo plazo, incluyendo la diabetes insípida y perturbaciones en la función de la hipófisis (hipopituitarismo). Es importante realizar un monitoreo continuo de los niveles hormonales y es posible que los pacientes necesiten medicamentos, incluyendo el reemplazo hormonal.

Incluye examen e historia clínica completa, imágenes y biopsia, si es posible de realizar.

 

Signos y síntomas de alerta

 

Recordemos que el SNC es la computadora principal de nuestro organismo y es quien recibe y envía información para que podamos desarrollarnos con normalidad.  Las distintas partes de nuestro sistema nervioso cumplen funciones específicas y están en constante comunicación y equilibrio. Si se produce una alteración de algún tejido que deja de cumplir su labor o una masa se comienza a comprimir alguna zona del cerebro. Se presentan una serie de signos y síntomas según el lugar afectado, por lo que pueden ser muy variados.

 

Dentro de los signos generales que se pueden observar en los tumores del encéfalo están aquellos que se producen por el aumento de la presión intracraneal (PIC).

 

Nuestro encéfalo está protegido por el líquido cefalorraquídeo y el cráneo, los que ayudan a mantener un rango de presión estable para que el cerebro funcione. Cuando hay un tumor en la zona del encéfalo, éste le va quitando espacio al cerebro e impidiendo la circulación normal. Esto genera un aumento de la PIC y una condición denominada hidrocefalia,  el que se puede observar por sintomatología como:

 

  • Dolor de cabeza, especialmente en la mañana o puede despertar al niño en la noche.
  • Náuseas y vómitos especialmente en la mañana, al despertar. Generalmente son vómitos explosivos y repentinos.
  • Aumento del tamaño del cráneo, esto se puede ver generalmente en  los bebés que sus huesos aún son flexibles y se expande para darle espacio al tumor.
  • Irritabilidad, llanto inconsolable.
  • Convulsiones
  • Cansancio pronunciado.

 

 

Los síntomas de tumores en el cerebro pueden incluir:

 

  • Convulsiones, que son movimientos repentinos involuntarios de los músculos, o movimientos automáticos repetitivos como un TIC.
  • Crisis de ausencia que se puede ver por la mirada fija y la desconexión del medio.
  • Problemas en la vista o el oído.
  • Dificultad para hablar.
  • Cambios de humor.
  • Cambios en la personalidad.
  • Cambios en el rendimiento escolar.
  • Problemas de memoria.
  • Debilidad, entumecimiento, hormigueo o cambios en la sensibilidad de un lado del cuerpo (brazo pierna, o ambos).

 

 

Los síntomas de tumores en el cerebelo pueden incluir:

 

  • Dificultad para tragar.
  • Problemas con el movimiento de los ojos.
  • Cambios en el habla.
  • Torpeza en los movimientos de las manos, los brazos, los pies o las piernas.
  • Problemas para caminar (ataxia).

 

 

Los síntomas de tumores en el tronco del encéfalo pueden incluir:

 

  • Problemas para caminar (ataxia).
  • Rigidez muscular.
  • Dificultad para tragar.
  • Visión doble.
  • Pérdida de audición.

 

 

En los casos en que se afecta las zonas específicas que controlan las hormonas del cuerpo, se puede observar:

 

  • Cambios inexplicables en el peso (subida o bajada repentina).
  • Pubertad precoz pronunciada.
  • Cambios hormonales en general.

 

 

Los tumores que afectan la médula espinal se pueden presentar con:

 

  • Dolor de espalda o de cuello.
  • Debilidad en los brazos o las piernas.
  • Dificultad para caminar.
  • Problemas para ir al baño.

 

Los signos y síntomas pueden ser muy variados y, en muchas ocasiones, causados por algún otro problema de salud habitual en los niños. Sin embargo, ante la presencia de signos como los indicados es importante la consulta médica precoz.

 

Si el médico tiene sospecha  de que su hijo tiene tumor del SNC, debe ser referido a un oncólogo especialista a la brevedad. Entre la sospecha y la derivación no debe pasar más de una semana.

 

En el caso que el niño presenten signos de compresión medular o lumbago y signos de hipertensión endocraneana deben ser referidos dentro de 24 hrs (inmediato) a especialista.

 

 

Sospecha diagnóstica

 

El diagnóstico debe ser  realizado en  un centro especializado autorizado, tanto de la red pública o privada,  que disponga de equipo multidisciplinario y lo necesario para realizar los estudios.

En general, cuando un niño o adolescente presenta signos y síntomas sospechosos de algún tumor del SNC, el médico realizará una entrevista para conocer los antecedentes e historia clínica del niño, junto a un examen físico completo para buscar activamente más información que complemente el diagnóstico. El enfoque será su condición neurológica, donde se evaluarán los  reflejos, la fuerza muscular, el movimiento de los ojos, la boca y la coordinación.

 

 

Además, se solicitarán estudios de imágenes para buscar o descartar la presencia de un tumor y otros exámenes como:

 

  • Scanner o TAC ( Tomografía axial computarizada).
  • Resonancia magnética (RNM).

 

El médico solicitará ambos, TAC y RNM, para obtener una imagen detallada de todas las estructuras del SNC.  Las imágenes son de gran importancia, ya que con ellas pueden ver el tamaño, la ubicación del tumor y  determinar mejor qué áreas del cerebro podrían verse afectadas. Sin embargo con ellas no se puede tener certeza del tipo de tumor.

 

Para confirmar el diagnóstico y conocer las características detalladas se debe realizar una biopsia del tumor cerebral. La muestra del tumor se analiza para determinar qué tipo de tumor es y si es de grado alto o bajo. En ocasiones, se solicita además realizar a la muestra pruebas moleculares para  identificar genes específicos, proteínas y otros factores específicos del tumor que complementen la información y así desarrollar el mejor plan de tratamiento.

 

 

Confirmación diagnóstica:

 

Se realiza con el resultado de la biopsia. Sin embargo,  en ocasiones, la zona donde se localiza es muy riesgosa, por lo que no puede realizarse la cirugía. En estos casos, el análisis exhaustivo de los síntomas, características y detalles de las imágenes se pueden complementar con  marcadores tumorales, lo que permitirá orientar el diagnóstico.

 

También existe la posibilidad que se realice la extirpación completa del tumor y se envíe una parte al análisis respectivo.  Es el neurocirujano pediátrico quien, en conjunto con el equipo multidisciplinario y el análisis de las imágenes, define la mejor conducta para el paciente.

 

En la medida en que se establece el diagnóstico, se realizan diversos exámenes para conocer la extensión de la enfermedad, si existe invasión a otros órganos y el estado general del niño. Estos son:

 

  • Análisis de sangre: para ver el estado general del niño y buscar marcadores tumorales.
  • Punción Lumbar: Para buscar presencia de células cancerosas en el LCR.
  • PET (Tomografía por emisión de positrones).

El tratamiento requiere un centro especializado, autorizado y reconocido. Esto tanto en la red pública y privada. El Hospital o clínica debe contar con un equipo multidisciplinario que permitan  coordinarse desde las distintas aristas del tratamiento. Puede incluir : Neuro-oncólogo pediatra, Neurólogo pediátrico, neurocirujano pediatra, radiólogo pediatra, especialistas en rehabilitación física y ocupacional, trabajadores sociales, psicólogos y una enfermera especialista en oncología.

A la hora de establecer el mejor tratamiento, se consideran todos los factores de la enfermedad. El objetivo es encontrar un tratamiento que sea efectivo, pero sin causar daños secundarios riesgosos o inaceptables.

El tipo de tratamiento dependen de: tipo de tumor, dónde está ubicado, edad del niño y cuánto tumor puede extirparse con una cirugía. Y entonces se combinan diversas estrategias de tratamiento, tales como:

Cirugía: la cirugía es normalmente el primer paso en el tratamiento de los tumores cerebrales. El objetivo es quitar tanto de tumor como sea posible y, a la vez, preservar el funcionamiento del encéfalo. También se pueden realizar cirugías en etapas, esto significa que, en lugar de intentar extirpar un tumor grande de golpe, los cirujanos extirpan solo una parte del tumor en el momento del diagnóstico. Luego, el paciente recibe quimioterapia o radioterapia para achicar el tumor. Lo que viene es realizar una segunda operación o incluso una tercera para intentar extirpar el resto del tumor. Después de la cirugía, algunos pacientes tal vez no necesiten más tratamiento.  Muchos, sin embargo, necesitarán radioterapia, quimioterapia o una combinación de ambas terapias.

Radioterapia: es muy eficaz en el tratamiento de muchos tumores cerebrales pediátricos.  Las nuevas tecnologías asistidas permiten a los médicos atacar de manera precisa el tejido tumoral y evitan las lesiones en estructuras importantes del cerebro, como los centros de la audición.

Terapia de protones: es un tipo de radioterapia con haz externo que usa protones en lugar de rayos X.  Esta terapia emite menos radiación en su trayectoria y tiene más precisión en solo atacar el tejido tumoral, puede causar menos daño al tejido sano y menos complicaciones.

El uso de radioterapia es una buena estrategia contra los tumores del SNC. Sin embargo, se evita en menores de 3 años por el riesgo de convulsiones, los accidentes cerebrovasculares, los retrasos del desarrollo, los problemas de aprendizaje, los problemas de crecimiento y los problemas hormonales.

Quimioterapia: es el uso de medicamentos para matar las células cancerosas o impedir que se reproduzcan. Puede resultar eficaz para muchos tipos de tumores cerebrales. Se utiliza en algunos tratamientos después de la cirugía o antes para ayudar a que la masa disminuya previo a la cirugía.

Derivación ventrículo peritoneal: en algunos casos se coloca un tubo de plástico pequeño en unos espacios dentro del cerebro por donde circula el LCR, este sistema se llama derivación ventrículo peritoneal. Se utiliza en los casos de hidrocefalia, donde el aumento de  la PIC ,comienza a presionar el cerebro. Este tubo consta de dos extremos, uno que va directo a un ventrículo del cerebro y otro hacia una cavidad abdominal llamada peritoneo. Esto permite que, cuando hay mucho líquido, se abra una válvula y el líquido se vaya al peritoneo, donde luego es absorbido y filtrado por el cuerpo.  Puede ser temporal o permanente y es eficaz en el alivio de los síntomas.

La rehabilitación y el cuidado médico de apoyo son un eje fundamental en el tratamiento de los tumores del SNC, debe iniciar de forma precoz y mantenerse a lo largo de las terapias. Es importante mantener y estimular la visión, el habla, la audición, la fuerza y el movimiento.

Es importante hablar con el médico acerca de los objetivos de cada tratamiento y de lo que se puede esperar durante el mismo. Es importante comprender lo que está viviendo su hijo y los caminos que se tomarán, además de buscar apoyo en redes cercanas y consultar las dudas del cuidado.

El pronóstico de los tumores del cerebro y la médula espinal se basa en muchos factores diferentes, tales como: tipo y grado del tumor, características moleculares del tumor, edad del niño, si el tumor es nuevo o ha regresado, si el cáncer se ha diseminado a otras áreas, si el tumor puede extirparse con cirugía y qué tan bien se responde a los tratamientos.

La tasa de supervivencia promedio para los cánceres pediátricos del cerebro y la médula espinal es aproximadamente del 75 %. Sin embargo, el pronóstico puede ser muy diferente en función del tipo de cáncer.

Es importante conversar con el equipo médico sobre el pronóstico particular para comprender bien el proceso.

El impacto de un tumor cerebral en la calidad de vida de un niño varía ampliamente. Algunos niños con tumores cerebrales muestran efectos duraderos mínimos en la salud después del tratamiento. Otros niños pueden experimentar problemas a largo plazo en diversas áreas del funcionamiento.

 

Las secuelas son problemas que los pacientes pueden desarrollar tras concluir el tratamiento contra el cáncer, dentro de  las secuelas en niños con tumores del SNC se pueden incluir: retrasos cognitivos (problemas con el aprendizaje y el pensamiento), convulsiones, problemas de crecimiento, deficiencias hormonales, problemas en la vista y la audición, dificultades relacionadas con el movimiento y la posibilidad de desarrollar otro cáncer, incluido un segundo tumor cerebral.

 

A veces, los problemas son el resultado de una lesión en el cerebro a causa del tumor o la cirugía. Otros cambios pueden deberse a los efectos tardíos o a largo plazo de la quimioterapia o la radiación. Como estos problemas a veces no se presentan hasta después de años del tratamiento, es necesario el seguimiento médico y la observación minuciosa.

 

Es fundamental mantener la rehabilitación del niño y adolescente. Varios de los efectos se pueden mejorar con el trabajo diario y la perseverancia.

 

En los tumores del sistema nervioso central, el seguimiento y la rehabilitación a largo plazo son realmente importantes para fomentar y estimular la recuperación cerebral y pesquisar rápidamente signos tardíos del tratamiento.

 

Los cambios o problemas en el funcionamiento a los que se debe estar atentos son:

 

  • Función física como debilidad, equilibrio, coordinación.
  • Función cognitiva como pensamiento, aprendizaje, memoria, atención, procesamiento de información.
  • Comportamiento, emociones y función social.
  • Problemas de habla, audición y vista.
  • Crisis convulsivas.
  • Hormonas y función endocrina.
 

Los servicios psicológicos pueden ayudar con las necesidades emocionales, sociales, de desarrollo y cognitivas. La evaluación neuropsicológica antes y después del tratamiento puede ayudar a las familias a identificar las necesidades educativas. El equipo de atención del niño puede ayudar a los padres a planificar las pruebas y adaptaciones académicas.

 

Por su salud en general y para prevenir enfermedades, todos los sobrevivientes de cáncer debieran adoptar estilos de vida y hábitos alimenticios saludables, así como también continuar con los controles y exámenes físicos regulares. Se debe monitorear a los sobrevivientes de cáncer infantil que han sido tratados con quimioterapia sistémica o radiación para detectar efectos agudos y tardíos de la terapia.

 

Los hábitos simples en el estilo de vida pueden ayudar a la salud del cerebro y a mejorar la salud en general. Algunas recomendaciones:

 

  • Comer alimentos saludables.
  • Mantenerse físicamente activo.
  • Dormir lo suficiente.
  • Controlar el estrés.