En caso que el médico sospeche un linfoma, puede solicitar los siguientes exámenes, para determinar el tipo, el grado de compromiso y proponer un tratamiento. Este proceso se denomina Etapificación.
- Biopsia: en general consiste en una cirugía para extraer un ganglio sospechoso y analizarlo para confirmar un linfoma y el tipo al que corresponde.
- Exámenes de sangre como hemograma, LDH, B2 microglobulina, entre otros.
- Radiografía de tórax para evaluar masas en el tórax.
- TAC de cuello, tórax, abdomen y pelvis para determinar la presencia de tumores o ganglios aumentados de tamaño en todo el cuerpo y clasificar la etapa de la enfermedad.
- Resonancia nuclear magnética de cerebro o médula espinal, cuando hay sospecha de compromiso del sistema nervioso.
- Biopsia de médula ósea para detectar compromiso de ese órgano.
- PET-CT, que permite detectar tumores en cualquier parte del cuerpo.
El conjunto de estos exámenes (algunos o todos los mencionados), permiten determinar en qué etapa está la enfermedad. Según el número de ganglios comprometidos y en que ubicación se encuentran, más la presencia de invasión de la médula ósea u otros órganos, el paciente es clasificado en las distintas etapas del cáncer (I, II, III ó IV, donde la etapa I es la más precoz y la IV la más avanzada y de peor pronóstico).
Al tener la etapa de la enfermedad, el médico tratante, en conjunto con otros especialistas reunidos en el Comité Oncológico, definirán el mejor tratamiento específico para el caso y podrá definir el pronóstico probable de él.