Linfoma

Si sientes temor por el diagnóstico o tratamiento que tu médico de cabecera te entregó en relación a tu cáncer y necesitas que un segundo experto te dé una opinión al respecto, entonces esta ayuda de Care te servirá.

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Es un tipo de cáncer que se desarrolla en el sistema linfático. Consiste en el crecimiento anormal de células de los tejidos linfáticos (ganglios, piel, médula ósea, amígdalas, entre otros ), el que puede afectar a zonas delimitadas del cuerpo y, en etapas más avanzadas, comprometer varias zonas del organismo en simultáneo.

 

 

Es un tipo de cáncer que se desarrolla en el sistema linfático. Consiste en el crecimiento anormal de células de los tejidos linfáticos (ganglios, piel, médula ósea, amígdalas, entre otros ), el que puede afectar a zonas delimitadas del cuerpo y, en etapas más avanzadas, comprometer varias zonas del organismo en simultáneo.

 

 

Hay dos tipos principales de linfoma:

 

  • Linfoma de Hogdkin.
  • Linfoma no Hogdkin (que a su vez puede ser derivado de linfocitos B o T).

Los síntomas más frecuentes que pueden hacer sospechar de un Linfoma son:

 

  • Aumento de volumen de algún ganglio (cervical, axila, zona inguinal). 
  • Síntomas B: fiebre, sudoración nocturna, pérdida de peso mayor al 10% en 6 meses.

 

En algunas ocasiones puede ser encontrado de manera incidental en una ecografía o TAC solicitados por otra razón.

 

En el caso de presentar uno o más de estos síntomas, se debe acudir a un médico para que descarte un linfoma. El médico realizará un examen físico y solicitará algunos exámenes para confirmar la sospecha de un linfoma.

Hay varios factores de riesgo que se asocian a la aparición de linfoma.  Entre los principales están:

 

  • Edad, en general es más frecuente sobre los 60 años, aunque existen algunos tipos más frecuentes en jóvenes.
  • Sexo: el linfoma no Hogdkin es más frecuente en hombres.
  • Raza blanca.
  • Infección por algunos tipos de virus (como el Epstein-Barr, HTLV-1, hepatitis C o VIH).
  • Antecedentes familiares de linfoma.
  • Exposición a la radiación.
  • Sistema inmune debilitado (como en VIH).
  • Enfermedades autoinmunes como el lupus.
  • Infección por Helicobacter
  • Sobrepeso u obesidad.

Se puede disminuir el riesgo de padecer un linfoma si se evitan algunos de los factores de riesgo mencionados (sobrepeso, infecciones). Sin embargo, en gran parte de los casos el linfoma no es prevenible.

No existen programas de detección precoz (tamizaje o screening) para el linfoma.

Los síntomas más frecuentes que pueden hacer sospechar un linfoma son:

  • Aumento de volumen de algún ganglio (cervical, axila, zona inguinal) 
  • Síntomas B: fiebre, sudoración nocturna, pérdida de peso mayor al 10% en 6 meses
  • En algunas ocasiones puede ser encontrado de manera incidental en una ecografía o TAC solicitados por otra razón.

 

En el caso de presentar uno o más de estos síntomas, Ud. debe acudir a un médico para que descarte un linfoma.

En caso que el médico sospeche un linfoma, puede solicitar los siguientes exámenes para determinar el tipo, el grado de compromiso y proponer un tratamiento. Este proceso se denomina Etapificación.  

 

  • Biopsia:  en general consiste en una cirugía para extraer un ganglio sospechoso y analizarlo para confirmar un linfoma y el tipo al que corresponde.
  • Exámenes de sangre como hemograma, LDH, B2 microglobulina, entre otros.
  • Radiografía de tórax para evaluar masas en el tórax.
  • TAC de cuello, tórax, abdomen y pelvis para determinar la presencia de tumores o ganglios aumentados de tamaño en todo el cuerpo y clasificar la etapa de la enfermedad.
  • Resonancia nuclear magnética de cerebro o médula espinal, cuando hay sospecha de compromiso del sistema nervioso.
  • Biopsia de médula ósea para detectar compromiso de ese órgano.
  • PET-CT, que permite detectar tumores en cualquier parte del cuerpo.

En caso que el médico sospeche un linfoma, puede solicitar los siguientes exámenes, para determinar el tipo, el grado de compromiso y proponer un tratamiento. Este proceso se denomina Etapificación.  

 

  • Biopsia:  en general consiste en una cirugía para extraer un ganglio sospechoso y analizarlo para confirmar un linfoma y el tipo al que corresponde.
  • Exámenes de sangre como hemograma, LDH, B2 microglobulina, entre otros.
  • Radiografía de tórax para evaluar masas en el tórax.
  • TAC de cuello, tórax, abdomen y pelvis para determinar la presencia de tumores o ganglios aumentados de tamaño en todo el cuerpo y clasificar la etapa de la enfermedad.
  • Resonancia nuclear magnética de cerebro o médula espinal, cuando hay sospecha de compromiso del sistema nervioso.
  • Biopsia de médula ósea para detectar compromiso de ese órgano.
  • PET-CT, que permite detectar tumores en cualquier parte del cuerpo.

El conjunto de estos exámenes (algunos o todos los mencionados), permiten determinar en qué etapa está la enfermedad. Según el número de ganglios comprometidos y en que ubicación se encuentran, más la presencia de invasión de la médula ósea u otros órganos, el paciente es clasificado en las distintas etapas del cáncer (I, II, III ó IV, donde la etapa I es la más precoz y la IV la más avanzada y de peor pronóstico).

 

Al tener la etapa de la enfermedad, el médico tratante, en conjunto con otros especialistas reunidos en el Comité Oncológico, definirán el mejor tratamiento específico para el caso y podrá definir el pronóstico probable de él.

Existen varias formas para tratar un linfoma. El médico tratante, en conjunto con el Comité Oncológico, definirán la mejor opción para cada paciente.

 

Los tratamientos más importantes para el linfoma son: quimioterapia, radioterapia, trasplante de médula ósea, inmunoterapia y terapia dirigida.

 

  1. Quimioterapia: consiste en la entrega de drogas por vía endovenosa o en comprimidos orales, las que llegan a todo el organismo y ataca a las células tumorales en la tiroides o en las metástasis, si están presentes. La quimioterapia es aplicada en ciclos y puede durar varios meses. En general se entrega una mezcla de drogas. 

 

  1. Radioterapia: consiste en destruir las células cancerosas con rayos X, administrados por una máquina llamada acelerador lineal. En el caso de un linfoma, su uso es más frecuente en etapas precoces (I y II) y en casos con masas de gran tamaño o compromiso del sistema nervioso central. 

 

  1. Trasplante de médula ósea: consiste en eliminar las células cancerígenas en algunos tipos de linfoma, a través de quimioterapias muy agresivas y radioterapia para después administrar al enfermo células sanas que permitirán recuperar las células precursoras hematológicas. 

 

  1. Inmunoterapia: consiste en administrar medicamentos que refuerzan el sistema inmunológico y que permite este ataque a las células cancerosas.

 

  1. Terapia dirigida: consiste en entregar algunas drogas que atacan directamente a las células tumorales, según algunas proteínas presentes en su superficie. Es un tratamiento complementario a la quimioterapia.

Los tratamientos mencionados tienen distintos efectos secundarios entre ellos. Algunos son inmediatos (agudos, días o semanas después de aplicados) y otros son a largo plazo (meses o años después del tratamiento). El médico tratante  explicará con mayor detalle estos efectos y cómo evitarlos o disminuir la posibilidad de que ocurran.

 

  1. Quimioterapia: puede producir caída del pelo, fatiga, náuseas y vómitos, dolor abdominal, entre otros. En general son efectos transitorios y que pueden ser prevenidos con medicamentos durante los ciclos o con medicamentos en los días posteriores.

 

  1. Radioterapia: puede producir irritación de la piel y diferentes síntomas, según la zona anatómica que se trate.

El linfoma es una patología considerada dentro de las Garantías Explicitas en Salud GES. A ellas pueden acceder personas afiliadas a FONASA o ISAPRE de 15 años y más con sospecha, diagnóstico o reaparición de cáncer por linfoma, desde la sospecha realizada por un/a profesional médico/a.

En el caso de estar afiliado a FONASA, el paciente será derivado al centro de salud que le corresponde según su domicilio: CESFAM, CECOF o Consultorio para sospecha y en Centro de Diagnóstico Terapéutico (CDT), Centro de Referencia de Salud (CRS) u Hospital para diagnóstico, tratamiento y seguimiento. Los costos asociados están cubiertos en un 100% en la red pública.

En el caso de ser un paciente ISAPRE, esta institución definirá el Centro Médico Privado o Clínica Privada al que será derivado. Los afiliados a ISAPRE pagan el 20% de la prestación -según el arancel de referencia disponible en cada ISAPRE –. Además, puede solicitar la Cobertura Adicional para Enfermedades Catastróficas CAEC, cuya activación debe ser iniciada por el paciente.

Para los afiliados de FONASA o ISAPRE, GES cubre desde la sospecha, hasta el diagnóstico, tratamiento y seguimiento. Los tiempos de espera asociados a estas garantías son iguales tanto para FONASA como para ISAPRE, los cuales se describen a continuación:

  • El diagnóstico tiene un tiempo de espera de 35 días desde la sospecha.
  • La etapificación tiene un tiempo de espera de 30 días desde la confirmación diagnóstica.
  • El tratamiento de Quimioterapia tiene un tiempo de espera de 10 días desde la etapificación.
  • El tratamiento de Radioterapia 25 días desde la indicación médica.
  • Para el seguimiento, el primer control considera un tiempo de espera de 30 días una vez finalizado el tratamiento.

Las personas aseguradas en los Sistemas de Salud Previsional de las Fuerzas Armadas (CAPREDENA) y de Orden y Seguridad Pública y Gendarmería de Chile (DIPRECA) tienen cobertura en las prestaciones de salud disponibles en su red asistencial.

Terminar el tratamiento es un motivo de alegría y descanso. Lo que viene son controles de seguimiento con el médico tratante, donde se evalúa el estado general del paciente, efectos de los tratamientos y se buscan signos de recaída de la enfermedad.

En el caso del linfoma, este seguimiento dura 5 años, aunque los primeros años serán más seguidos y ya luego una vez al año.