Tenía 33 semanas de embarazo cuando, Daniela Küllmer se tocó una pelota al lado de la clavícula. Se lo comentó a su ginecólogo, quien le dijo que podía ser algo a la tiroides y que se hiciera exámenes de rutina.
El 16 de septiembre recibió el informe, sin embargo lo que Daniela se había tocado no tenía que ver con tiroides. Al leerlo a la rápida, no entendió nada, se lo reenvió a su cuñada doctora, quien la derivó de inmediato a un hematólogo. Daniela no terminaba de entender la palabra hematólogo, cuando su cuñada le dice que no se asuste, pero que ya se había conseguido una hora en el Centro del Cáncer de la UC.
Como estaba embarazada, no podían hacerle ningún examen determinante para saber bien qué tenía. El hematólogo le habló de 3 opciones: una enfermedad autoinmune, algo producto del embarazo (Daniela pudo haber tenido mononucleosis cuando niña y nunca supo) o linfoma, y eso es cáncer. Al escuchar la palabra cáncer, Daniela no pudo seguir oyendo.
El diagnóstico era en un 98% linfoma. A las 38 semanas de embarazo debieron inducirla para que su hija Elisa naciera y así empezar con el tratamiento. Al día siguiente del parto, Daniela entró a pabellón: “Yo estaba muy concentrada en salir de esto y entrar a pabellón post parto era lo que tocaba. Todo estaba bien”.
A los 15 días supo que era Linfoma de Hodking y que no estaba ramificado en el cuerpo, el tratamiento serían 8 quimioterapias y después radioterapia y debía empezar al día siguiente. “¡¿Qué?! ¡¿Qué hago con mi guagua y la leche?!”, eran infinitas las preguntas de Daniela, pero por suerte siempre contó con el gran apoyo de su familia que, al ser de Valdivia, viajaron a Santiago para acompañarla los primeros meses. Hoy ya ha pasado 1 año y Daniela ya está casi de alta.
“De las miles de cosas que aprendí con esta enfermedad, una de las más importantes y valiosas fue que el sufrimiento es parte de la vida y, mientras antes lo entendamos y valoremos, antes podremos ser plenamente felices…”.
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