El cáncer de vesícula y vías biliares produce síntomas cuando crece e invade localmente órganos vecinos.
En caso que el médico sospeche un cáncer de vesícula biliar y vías biliares, puede solicitar los siguientes exámenes:
- Exámenes de sangre para evaluar la función del hígado, el nivel de bilirrubina en la sangre y marcadores tumorales (como CA 19-9).
- Ecografía abdominal para evaluar vías biliares, vesícula, hígado y páncreas.
- Tomografía computarizada (TAC) de tórax y abdomen para evaluar la presencia de un tumor en alguna estructura y si ha invadido órganos vecinos, así como la presencia de metástasis en ganglios cercanos, pulmones o hígado.
- Resonancia nuclear magnética de abdomen (RNM), la que permite definir con exactitud el tamaño y forma del tumor y evaluar si hay compromiso del hígado. En ocasiones se solicita una colangio-RNM, el que permite definir con exactitud el compromiso de las vías biliares y definir si el paciente puede ser operado.
- ERCP, endoscopía de las vías biliares que permite extraer cálculos, instalar prótesis biliares para manejar la obstrucción o tomar una biopsia.
- Laparoscopía, la que consiste en una cirugía que permite observar el interior del abdomen con una cámara de televisión y ver si hay metástasis y planificar la cirugía.
- PET-CT para detectar lesiones en cualquier parte del cuerpo.
El conjunto de estos exámenes (algunos o todos los mencionados), permiten determinar en qué etapa está la enfermedad. Según el tamaño del tumor y compromiso de estructuras vecinas, la presencia de ganglios comprometidos y otros órganos con metástasis; el paciente es clasificado en las distintas etapas del cáncer (I, II, III ó IV), donde la etapa I es la más precoz y la IV la más avanzada y de peor pronóstico.
Al tener la etapa de la enfermedad, el médico tratante, en conjunto con otros especialistas reunidos en un Comité Oncológico, definirán el mejor tratamiento específico para el caso y podrá definir el pronóstico probable de él.